Aunque Segundo Medio fue el momento “di massimo splendore” de Memito (según la jerga que utilizaba el profesor Oddone cuando nos enseñaba Il Rinascimento), en los años anteriores hubo muchos episodios dignos de destacarse, sobre todo algunos que tuvieron a su secuaz Hansen como protagonista y victimario.
Éste es uno de ellos. Pónganse cómodos. Apaguen el televisor, dejen los apuntes de lado, llamen después a sus noviecitas. Lo que leerán no tiene precedentes.
Primero Medio, es decir 1996, ya aventuraba muchas de los “capolavoros” de Guillermo. No sólo de aquéllos que él podría realizar de manera independiente (el techo, el power-ranger, el paraguas de Morán), sino de aquellos en los que jugaba más un papel de víctima. Ante todo hay que decir que, exceptuando la mala leche y el cinismo de un compañero al que conocían como El Mono, en ninguno de nosotros había maldad cuando se trataba de hacerle alguna travesura a Memo. Hansen –también conocido como Hanseleta, Taquinerd, Enano chupa-dick, Ruso, Pendejito subordinado y Papi Riqui, en su momento– estaba dentro de este grupo. (Nota: más adelante se detallará la extraña relación de amor-odio, de compadres-enemigos que existía entre los dos). Por el momento, hay que quedarse con la idea de que Hansen era muy amigo de Guillermo, pero si encontraba la oportunidad de incitarlo a un condoro o de provocarle alguna molestia, no se resistía.
El caso es que un buen día, Hansen había ideado una broma macabra: ponerle una bolsa de supermercado de sombrero a Guillermo. Nunca hubo ánimo de asfixiarlo, sólo de ridiculizarlo. Memo, por ese entonces, llevaba casi siempre de almorzar las muy populares Hamburguesas Paty. Sólo Dios sabe cómo podía comerlas, ya que su merienda constaba únicamente del pan, mucha –pero en verdad, mucha, o sea toneladas– de mayonesa y aquella carne molida de estómago de gato del Mapocho (claro, ¿de qué pensaban que estaban hechas las hamburguesas congeladas? ¿De carne de vacuno? Mj… mja… mjajaja… guaajajajajajaja).
En el recreo para almorzar, a eso de las 14.15, Guillermo había sacado su hamburguesa Paty y se la comía tranquilamente de pie, acodado en los lockers al fondo de la sala. Fue entonces cuando Hansen, haciendo gracia de toda su habilidad como ninja, se acercó por detrás sin ser visto y de un momento a otro le colocó la bolsa en la cabeza. Por supuesto, Memo reaccionó al mínimo contacto, dejando caer justo la parte de abajo del pan que contenía la carne y quedándole en la mano aquella mitad llena, repleta, rebosante de mayonesa. Acto seguido, en medio de las risas torrenciales de Marcello y compañía, Guillermo espetó:
-¡Cagaste, Hansen!
Luego, con violencia, con la extrema fuerza que El Absurdo poseía, aventó la mitad de pan con mayonesa a la pared del fondo de la sala. Todos pensamos que se trenzarían a golpes, pero en cambio Guillermo salió del salón, se dirigió a inspectoría y acusó a su compadre-enemigo. En ese momento apareció Pipe, que había contenido las risas pues le parecía una situación bastante delicada. Al primero que encontró en el camino fue a un Marcello, que se había inclinado boca abajo sobre un banco y al que se le salían las lágrimas de la risa:
-Oye, mongólico, deja de reírte. Encuentro nada que ver que le boten su comida–empezó a gritar Pipe, enojado–. Está bien hacerle una broma de vez en cuando, pero se pasaron, son maricones, la verdad. No se merece algo así, la cagaron, qué cabrones...
Marcello seguía riendo, era una risa imparable, una risa sin fin. Una risa como venida de lo más hondo de las entrañas.
-Pero mira… –alcanzó a reclamar, tratando de calmar a su amigo.
-Pero mira, nada –dijo Pipe–. Son súper mala onda, todos. Este idiota por ponerle la bolsa en la cabeza y tú por cagarte de la risa con la desgracia ajena. ¿Te gustaría que alguien viniera y te…
Fue entonces cuando, sacando fuerzas de flaqueza, Marcello le gritó, indicando la pared:
-¡Pero mira! ¡¡¡MIRA!!!
Lo que allí había era la mitad del pan que Memo había arrojado totalmente endosada al muro, pegada de tal forma por el exceso de mayonesa que ni el viento, ni los movimientos de los compañeros, ni siquiera un golpecito leve, podían mandarla abajo. Estaba de tal forma adherida que parecía parte del decorado de la sala. Pipe trató de contenerse, pero su reclamo poco a poco se fue agrietando:
-Igual encuentro que mj… encuentro nada que ver… jejeje… es que de verdad, son maricones porque… jajajajajajaja.Es que imagínenselo o recuérdenlo: un… pan de hamburguesa… asqueroso de mayonesa… pegado… a… una… pared… Ahora que lo rememoramos, nos parece también una broma muy excesiva. Pero a los 15 años, ¿quién conoce el significado de la palabra piedad? Habría que preguntarle a Hansen. A ver si se pone en contacto con nosotros y nos cuenta esta maravillosa travesura desde su punto de vista.
Éste es uno de ellos. Pónganse cómodos. Apaguen el televisor, dejen los apuntes de lado, llamen después a sus noviecitas. Lo que leerán no tiene precedentes.
Primero Medio, es decir 1996, ya aventuraba muchas de los “capolavoros” de Guillermo. No sólo de aquéllos que él podría realizar de manera independiente (el techo, el power-ranger, el paraguas de Morán), sino de aquellos en los que jugaba más un papel de víctima. Ante todo hay que decir que, exceptuando la mala leche y el cinismo de un compañero al que conocían como El Mono, en ninguno de nosotros había maldad cuando se trataba de hacerle alguna travesura a Memo. Hansen –también conocido como Hanseleta, Taquinerd, Enano chupa-dick, Ruso, Pendejito subordinado y Papi Riqui, en su momento– estaba dentro de este grupo. (Nota: más adelante se detallará la extraña relación de amor-odio, de compadres-enemigos que existía entre los dos). Por el momento, hay que quedarse con la idea de que Hansen era muy amigo de Guillermo, pero si encontraba la oportunidad de incitarlo a un condoro o de provocarle alguna molestia, no se resistía.
El caso es que un buen día, Hansen había ideado una broma macabra: ponerle una bolsa de supermercado de sombrero a Guillermo. Nunca hubo ánimo de asfixiarlo, sólo de ridiculizarlo. Memo, por ese entonces, llevaba casi siempre de almorzar las muy populares Hamburguesas Paty. Sólo Dios sabe cómo podía comerlas, ya que su merienda constaba únicamente del pan, mucha –pero en verdad, mucha, o sea toneladas– de mayonesa y aquella carne molida de estómago de gato del Mapocho (claro, ¿de qué pensaban que estaban hechas las hamburguesas congeladas? ¿De carne de vacuno? Mj… mja… mjajaja… guaajajajajajaja).
En el recreo para almorzar, a eso de las 14.15, Guillermo había sacado su hamburguesa Paty y se la comía tranquilamente de pie, acodado en los lockers al fondo de la sala. Fue entonces cuando Hansen, haciendo gracia de toda su habilidad como ninja, se acercó por detrás sin ser visto y de un momento a otro le colocó la bolsa en la cabeza. Por supuesto, Memo reaccionó al mínimo contacto, dejando caer justo la parte de abajo del pan que contenía la carne y quedándole en la mano aquella mitad llena, repleta, rebosante de mayonesa. Acto seguido, en medio de las risas torrenciales de Marcello y compañía, Guillermo espetó:
-¡Cagaste, Hansen!
Luego, con violencia, con la extrema fuerza que El Absurdo poseía, aventó la mitad de pan con mayonesa a la pared del fondo de la sala. Todos pensamos que se trenzarían a golpes, pero en cambio Guillermo salió del salón, se dirigió a inspectoría y acusó a su compadre-enemigo. En ese momento apareció Pipe, que había contenido las risas pues le parecía una situación bastante delicada. Al primero que encontró en el camino fue a un Marcello, que se había inclinado boca abajo sobre un banco y al que se le salían las lágrimas de la risa:
-Oye, mongólico, deja de reírte. Encuentro nada que ver que le boten su comida–empezó a gritar Pipe, enojado–. Está bien hacerle una broma de vez en cuando, pero se pasaron, son maricones, la verdad. No se merece algo así, la cagaron, qué cabrones...
Marcello seguía riendo, era una risa imparable, una risa sin fin. Una risa como venida de lo más hondo de las entrañas.
-Pero mira… –alcanzó a reclamar, tratando de calmar a su amigo.
-Pero mira, nada –dijo Pipe–. Son súper mala onda, todos. Este idiota por ponerle la bolsa en la cabeza y tú por cagarte de la risa con la desgracia ajena. ¿Te gustaría que alguien viniera y te…
Fue entonces cuando, sacando fuerzas de flaqueza, Marcello le gritó, indicando la pared:
-¡Pero mira! ¡¡¡MIRA!!!
Lo que allí había era la mitad del pan que Memo había arrojado totalmente endosada al muro, pegada de tal forma por el exceso de mayonesa que ni el viento, ni los movimientos de los compañeros, ni siquiera un golpecito leve, podían mandarla abajo. Estaba de tal forma adherida que parecía parte del decorado de la sala. Pipe trató de contenerse, pero su reclamo poco a poco se fue agrietando:
-Igual encuentro que mj… encuentro nada que ver… jejeje… es que de verdad, son maricones porque… jajajajajajaja.Es que imagínenselo o recuérdenlo: un… pan de hamburguesa… asqueroso de mayonesa… pegado… a… una… pared… Ahora que lo rememoramos, nos parece también una broma muy excesiva. Pero a los 15 años, ¿quién conoce el significado de la palabra piedad? Habría que preguntarle a Hansen. A ver si se pone en contacto con nosotros y nos cuenta esta maravillosa travesura desde su punto de vista.