
En esa época, a mediados de los ’90, se estilaba tener clases de técnico manual en las tardes, después de almuerzo, lo que obviamente no beneficiaba el orden y la atención de nosotros los alumnos, ya cansados, aburridos y con la típica “echada de yegua” que da a la hora de la siesta. Por lo mismo nadie tenía muchos ánimos de trabajar: usualmente matábamos el tiempo conversando, jugando o haciendo travesuras. La verdad no era mucho lo que podíamos hacer bajo la atenta mirada inquisidora de nuestro querido profesor Jorge Navarro, sin embargo una hora antes de terminar la clase dicho profesor se retiraba de la sala para ir a la inspectoría del 2° piso a buscar el libro de clases, recordemos que el taller de técnico manual se ubicaba aislado del edificio principal en un rincón del terreno que ocupaba el establecimiento. Eran esos pocos minutos, escasos 10 minutos, en la que podíamos llevar a cabo las más locas y desenfrenadas estupideces.
Ese día, antes de comenzar la clase y mientras entrabamos a la sala, nos dimos cuenta de un nuevo compañero de nuestro profesor, una figura Power Ranger de unos 15 cm. Era el Power Ranger rojo, héroe infantil de aquella época. Este juguetito, que solo movía la cabeza de un lado al otro, había sido regalo de uno de sus alumnos más pequeños, como una ejemplar muestra de cariño al docente, este adornaba, sentado en un clavo, el marco del pizarrón. Sin embargo, imaginaran quien no aprecio dicho gesto de ternura y amistan entre alumno y profesor: Memito, apenas se retiro el profesor, tomo en sus manos dicho juguete comenzando a examinarlo visualmente y sin pensarlo dos veces exclamó: ¡Tírenmelo y yo lo bateo!
Antes de contar lo ocurrido vale la pena describir un poco el contexto: mas menos 10 alumnos, todos hombres mirando la escena y alentando la acción de sus personajes; el taller, de una dimensión de unos 8 x 8 metros iluminado solo por la luz que entraba por las ventanas; el mobiliario, compuesto principalmente por grandes tableros azules y una serie de mesones de madera que se amontonaban en el fondo de la sala junto a grandes maquinas carpinteras, trabajos de otros alumnos, estantes, etc … la verdad un desorden general.
Guillermo se situó sobre la tarima que antecedía al pizarrón, quedando enaltecido, en sus manos tomaba fuertemente una regla de unos 80 cm de largo, esta no era una regla cualquiera, era una de acero macizo de un color café oscuro y una sección considerable de 5x1 cm. Memo volvió a exclamar con más fuerza: ¡Ya po, tírenmelo! Uno de nosotros (y si alguien recuerda quien fue por favor lo informe) le aventó dicho superhéroe, el cual fue alcanzado por el torpe bateador pero no de lleno, exclamando todos: ¡Strikes One! Mientras veíamos como el Power Ranger tomaba una trayectoria semi-circular hacia atrás. Al ver la poca pericia del jugador, este humilde narrador, Marcello Davico, le dijo a Memito: oye, tienes que pegarle con el lado ancho para mandarlo lejos.
Una vez más Memo exclamo: ¡Ahora sí, tíralo de nuevo! Y tal cual como había instruido a Memin el golpe fue seco. El Power Ranger salió volando y desapareció en el bosque que formaban las patas de los mesones que se amontonaban al final de la sala, todos reíamos. Guillermo preocupado, y en una reacción felina muy característica de él cuando se veía en apuros, comenzó a correr rápidamente los mesones de madera encontrando rápidamente la valiosa figura y la empuño por su torso cual espada diciendo: Uf, menos mal. Apenas dicho esto se percato que todos continuábamos riendo a carcajadas y aun más fuerte que antes, fue así como Memin desvió su mirada al juguete y, al igual que todos nosotros, se percato de lo ocurrido, el Power Ranger estaba decapitado, sin su pequeña y frágil cabeza. Guillermo comenzó a sudar frio y comenzó a gritar mientras le tiritaba la voz: ¡La cabeza, busquen la cabeza, el viejo me va a matar! Hay que decir que cuando Memo se veía en estas situaciones límites su voz parecía agarrar un marcado acento venezolano fruto de su estadía en dicho país. Mientras todos intentamos buscar la cabeza, inútil esfuerzo porque todos teníamos los ojos llorosos de tanta risa, alguien exclamo: ¡Ahí viene el viejo! Y las carcajadas fueron mayores mientras Memito descubrió que no tenía más remedio que confesar el pecado al profesor o hacerse el tonto, obviamente la decisión fue la segunda, por lo que dejo el Power Ranger donde estaba inicialmente y, reemplazando la cabeza, colocó indiscriteriadamente una pequeña flor seca roja, de estas que se utilizan para ambientar maquetas.
El profesor no se percato del crimen, incluso llego a escribir en el pizarrón frente a la figura, causando las nerviosas risas de todos y revolviendo el estomago de Memin. Apenas sonó el timbre marcando las 16:15 todos nos retiramos aun riendo por lo que acabábamos de vivir, incluso Memito ya relajado por haber salido sin problemas. La semana siguiente entramos nuevamente al taller, percatandonos que otros alumnos habian reemplazado la florcita por una tiza con una cara de caricatura dibujada, y descaradamente le preguntamos a Navarro: Oiga profesor, ¿Y qué le paso al monito? Y nuestro profesor exclamo, en su típico tono “docto” y amanerado: No se que le habrá sucedido a ese Ranger.
1 comentario:
Jajajajaja Qué buen condoro, la verdad éste es uno de los clásicos, de los greatest hits de Memito. Oye master, dos cosas:
1. Quien se lo aventó fue justamente el Turbina, de hecho yo al menos estaba meado de risa por la actitud de bateador del Memo y el Turbina todo nervioso tirándole el mono.
2. ¿No te acuerdas que el primer golpe al Ranger se le abolló la cabeza? Después como que Memito tomó compostura, porque estaba cachando que algo malo iba a ocurrir, pero a la fin lo convencimos de que bateara de nuevo, y ahí fue cuando dos cuestiones rojas salieron volando.
¡TE PASASTE! Qué buen condorooo
(P.D.: Podríamos decirle al Memo que escriba para el blog, sería apoteósico)
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